miércoles, 23 de octubre de 2013

Profundo aburrimiento terrestre.

Recientemente he visto al conocido escritor Javier Sierra contando en un conocido programa de televisión cómo el no tan conocido astronauta Michael Collins, al regresar a la Tierra después de pasar un tiempo orbitándola, declaró que estaba afectado por un "profundo aburrimiento terrestre". Las palabras exactas, según he podido investigar, son "earthly ennui".

Como gran aficionada a la ciencia-ficción, y como persona que desde antes de cumplir los trece años ya se estaba imaginando cómo podía ser la vida en el espacio, siempre me fascina escuchar a los astronautas. Pienso que son los grandes exploradores de nuestro tiempo, y los exploradores en general me producen una gran admiración, por sus deseos de traspasar los límites de lo desconocido, por su deseo de querer siempre saber más, y por ser capaces en muchas ocasiones de dar su vida por el avance de la Humanidad. Además siento que es muy probable que en un futuro no muy lejano yo misma vuelva a pisar la Tierra en un tiempo donde los viajes espaciales serán algo común. Estoy segura de que habrá colonias en la Luna y en Marte, más que nada porque dentro de poco van a ser los únicos lugares que nos queden para vivir. Y entonces espero de verdad que los seres humanos recuerden con cariño a todos estos pioneros, tanto los reconocidos oficialmente como los que aún permanecen en un vergonzoso silencio, olvidados por sus propios compatriotas. Porque gracias a ellos nuestros nietos y bisnietos podrán seguir perpetuando nuestra especie más allá de los confines de nuestro planeta (aunque, si lo pensamos bien, tal vez no sea tan buena idea que nuestra especie se siga perpetuando...).


Pero la razón por la que escribo esto es porque esa frase de Michael Collins me impactó a mí también. Me di cuenta de que yo también sufro un "profundo aburrimiento terrestre"... crónico e incurable. Y lo peor de todo es que me pasa desde siempre, no es de ahora ni mucho menos. Por lo visto, esto de sentirse "raro", "distinto", como no perteneciente a este planeta, es un sentimiento bastante común en los círculos en los que me he movido en los últimos años. Así que me pregunto si esto tendrá algo que ver con esa "consciencia cósmica" que parece que se les despierta a muchos astronautas cuando ven por primera vez la Tierra desde el espacio. El problema es que quizá lo mío se deba a que me paso la mitad del tiempo en las nubes. No necesito estar a bordo de una nave, rodeada de un silencio casi sobrenatural, en medio del vacío del espacio, para abstraerme. Mi capacidad de abstracción es tal que puedo estar cenando con mi pareja mientras vemos las noticias y no enterarme de nada en esa media hora excepto de los pensamientos que transcurren por mi cabeza. Necesito abstraerme para no volverme loca por lo que tengo que ver u oír a mi alrededor. Es casi una necesidad fisiológica.

Cuando era pequeñita recuerdo que tenía varias opciones para lo que quería ser de mayor: maestra, veterinaria o astronauta. Está claro que elegí mal. Ser veterinaria no ha resultado ser buena opción, porque tengo la impresión de vivir trescientos años por delante de mis colegas. Pero tal vez eso no es cuestión del planeta en el que vivo, sino de país solamente. Ser astronauta tampoco habría sido buena opción. Me habría tenido que ir a vivir a otro país y encima como mucho habría llegado a la Luna... ya me paso media vida en la Luna (¿o era en la inopia?), así que total... demasiado esfuerzo para llegar al mismo sitio. En todo caso, es mejor esperar a que los viajes espaciales sean más seguros. Al final la única opción buena es la de maestra. No quería ser maestra (entre otras cosas porque no me gustan los niños), pero parece que la vida me está conduciendo por ese camino... después de todo la mayoría de las personas con las que hablo parecen niños y no adultos. En todo caso, el profundo aburrimiento terrestre no deja de seguirme allá adonde voy... la parte buena es que me ha inspirado, y me sigue inspirando, a escribir mis historias de ciencia-ficción.

No en vano uno de mis personajes femeninos siempre comenta: "Dicen que el espacio es solitario. Dicen que el espacio es frío. Yo nunca he tenido esa impresión, nunca me he sentido sola cuando estoy conmigo misma. Lo cierto es que es mucho peor sentir esa soledad y frialdad cuando estás rodeada de gente".    

Os dejo una estupenda canción de la Electric Light Orchestra que me recuerda a lo que vengo hablando en esta entrada.



ABOVE THE CLOUDS

I came along to see your face
but the only thing I got from you
was telling me it’s fantasy
that you would always be with me
I can tell you that it’s true
I’m waiting here
but it’s alright it’s alright to me
you better believe me now

I guess it’s like a mountain side
you gotta climb it to the top
floating in a sea of dreams
the only thing you can see
is the view above the clouds
I’m waiting here
but it’s alright still it’s alright to me
you better believe me now

lunes, 7 de octubre de 2013

El Ángel de la Muerte.

Las ramas crujían por el peso de los tres bandidos que habían ahorcado en Hauntedville justo después de la salida del sol. ¿Por qué siempre colgaban a la gente al amanecer? Odiaba madrugar... y además era cruel. Siempre había pensado que era mejor hacerlo por la noche después de que el pobre condenado hubiese disfrutado de su último día, que dejarle esperando en la oscuridad solo para ser testigo de cómo el sol volvía a iluminar una magnífica mañana que para ellos iba a ser la más aciaga de sus vidas. El frío, el miedo y la oscuridad de las horas previas les hacían llegar más desorientados. A veces incluso no llegaban... y tenía que presentarse antes en el lugar. No ocurría con frecuencia, pero jamás había conseguido acostumbrase a las sorpresas.

¿Sería una cuestión práctica? Sin duda, ajusticiar a alguien en secreto, en el silencio de la noche, no tenía el mismo efecto que hacerlo frente a una multitud enloquecida sedienta de sangre, gritando "Asesino" y después preguntando al que estaba al lado "¿Y éste que ha hecho?" "Qué más da, seguro que lo ha merecido". La normativa vigente exigía que se personaran en el lugar dos horas antes de la hora señalada, no fuera que surgiera un imprevisto... y por eso a veces era testigo de este tipo de frívolas conversaciones que le repugnaban y le divertían al mismo tiempo... sobre todo cuando al día siguiente revisaba los archivos y confirmaba que el individuo en cuestión tenía un 95 % de probabilidades de acabar apuñalado en una reyerta callejera. Por algo sería...

Al observar los cadáveres balanceándose en el vacío a unos dos metros por encima de él, no se divertía. Su trabajo era interesante, entretenido, incluso enriquecedor en ocasiones, pero rara vez era divertido. Y menos cuando era una muerte múltiple. Eso complicaba mucho las cosas. Por eso solo podían manejar dos al mismo tiempo... pero el maldito de su compañero se había puesto enfermo esa misma mañana y al final Tot había aceptado hacerlo solo. Hacía solo un año desde que había obtenido el título que certificaba que ya tenía la experiencia necesaria como para poder enfrentarse a este tipo de situaciones, aunque solo había tenido que hacerlo dos o tres veces antes... y nunca tres almas al mismo tiempo. La multitud ya se había retirado. El espectáculo había terminado... y ahora solo quedaba él contemplando las carcasas vacías de lo que habían sido seres humanos.



Suspiró. En cuanto los procesos fisiológicos propios de la vida cesaran por completo, empezaría la función. La muerte podía ser muy impactante. Pero aún más impactante era la no-muerte. Y no, no tenía nada que ver con vampiros. Esperar morir y descubrir que la vida sigue producía verdaderos traumas psicológicos y algunos incluso necesitaban un tratamiento especial en las cámaras de reprogramación. O... esperar que al morir vas al cielo y encontrarte que todo sigue igual descolocaba tanto a algunos que caían en una desesperación incomprensible que a veces incluso requería de electroshock. Él lo había visto... más de una vez.

Los bandidos eran distintos... hablando en general, claro. Los que no tenían miedo a la vida no solían tener miedo a la muerte. Muchos bandidos vivían con la muerte en los talones, tenían perfectamente asimilado que cualquier día sería el último... y muchos reían y reían al verse en el otro lado, libres por fin de la ceguera tan frecuente en el mundo real... libres de todos aquellos que les habían perseguido o habían deseado su muerte, o libres de sus propios remordimientos, de su necesidad de huida, de sus errores... Pronto descubrirían que no todo iba a ser así de fácil, y que el fin solo era un nuevo principio, lleno de las mismas dificultades, de los mismos desafíos... y con las mismas probabilidades de volver a acabar igual. Pero eso era más adelante. De momento su labor era acompañarles en esos momentos de confusión, tranquilizarlos y guiarlos hacia lo que sería una nueva etapa en sus vidas...

Uno de ellos despertó al fin. La forma mental del cigarrillo que Tot había encendido se desvaneció en el aire y esperó su reacción. Como había esperado, fue buena.
―Eh, amigo. ¿Te conozco?
―No. Soy nuevo en el pueblo.
―¿Dónde se ha ido todo el mundo?
―Todo ha acabado.
―¿Que ha acabado? ¿Cómo...? ¿No me han...?
Sin ni siquiera haberse dado cuenta se había situado frente a él y le miraba con sus ojos oscuros y hundidos. Al comprender cuál había sido su movimiento involuntario el ex-bandido fue a girar su cabeza, demasiado pronto para lo que indicaba el protocolo.
―¡Eh! ―le llamó Tot. Cuando sus ojos se encontraron de nuevo, negó con la cabeza―. No mires. No es necesario. Ya lo sabes... estás muerto.
Pero el bandido se dio la vuelta... Siempre era lo mismo. Hasta que no lo veían no se lo creían... al menos las primeras ciento cincuenta veces o así. Cuando volvió a mirarle su expresión ahora era totalmente distinta... de sorpresa y desconcierto. No se lo tomó mal... a otros les costaba mucho más entrar en razón.
―¿Y ahora qué?
Tot sonrió.
―Pues en condiciones normales te diría que nos fuéramos, pero tenemos que esperar a tus compinches. Anda que la liasteis buena...
―¿Cómo sabes tú eso?
―Soy nuevo pero no soy tonto... Se veía venir desde hacer por lo menos un año. ¿A quién se le ocurre confesarle el marrón al empleado de la banca?
―Hank dijo que era de confianza...
―¿De confianza? ¡Pero si estaba liado con la hija del sheriff! ¿Es que no lo sabíais?
El bandido... o ex-bandido, frunció el ceño y cerró la boca. No iba a decir nada que pudiera perjudicarle... aunque, pensándolo bien, ya nadie podía perjudicarle más.
―Ahora, en serio... ¿quién eres tú?
Tot volvió a sonreír. Otro de los bandidos estaba despertando y parecía que aquel trabajo iba a ser fácil. Era lo bueno de las muertes múltiples. Que si uno estaba tranquilo y no se volvía loco, se convertía en un aliado y transmitía tranquilidad a los demás.
(continuará...)
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