lunes, 9 de diciembre de 2013

El Ángel de la Muerte (10).

Leuche hacía ruidos sorbiendo el batido con su pajita, mientras Tot aún contemplaba ensimismado su guinda verde. Seguía sin convencerle…
Entonces fue cuando apareció Skel, con el cabello revuelto, la camisa por fuera, sosteniendo malamente un vaso de cristal con un líquido difícil de identificar y tres cubitos de hielo que no dejaban de tintinear, más que nada porque Skel parecía tener problemas manteniendo el equilibrio.
―¡Hey, tíos! ―exclamó―. No creo que pueda esperar más… Dijiste que lo intentaríamos pasadas las vacaciones, Tot, las vacaciones ya pasaron y aún no me habéis dicho nada… ¿Qué pasa? ¿Acaso no os importo?
―¿Qué le pasa a éste? ―preguntó Leuche en un murmullo.
―Que su nivel de vibración está por los suelos… siempre le pasa cuando venimos a la cantina.
Tot se resignó a no disfrutar de su guinda y se levantó de mala gana, pasó una mano por los hombros de Skel y le susurró algo al oído, llevándoselo a la fuerza fuera del alcance telepático de Leuche… que por otra parte, era bastante reducido. Cuando volvías de una encarnación siempre llevaba un tiempo readaptarte y volver a utilizar tus sentidos con la misma eficacia. Aún así, Leuche no tardó en alcanzarles… y Skel no paraba de hablar. Al final se iba a descubrir el pastel… Y todavía no sabía si podía confiar en el achicharrado. Los guías espirituales le caían demasiado bien…
―¡Va a ser su cumpleaños! ¡Le prometí que le daría una señal! Han pasado… ¿cuánto? ¿Doce años terrestres? Y aún no he vuelto a darle esa señal… ―el tono de voz de Skel iba subiendo y se estaba convirtiendo en un lloriqueo insoportable. Casi parecía un asistente a un funeral… ¡y pensar que era un Ángel de la Muerte con dilatada experiencia! ¿Qué mosca le había picado?
―Tranquilízate, Skel… ¿No recuerdas aquella conversación que tuvimos sobre dejar que los de abajo cumplan su plan? ―le obligó a sentarse y le quitó suavemente la copa de la mano, se la pasó a Leuche para que él la hiciera desaparecer… y así de paso distraerle un poco de lo que su amigo estaba diciendo.
―Sí, lo sé… pero sé que Rudy lo está pasando muy mal… no termina de superarlo, y si yo apareciera quizá, quizá…
―Un momento. ¿Estás pensando descender a la Tierra? ―preguntó Leuche―. ¿No está prohibido?
Ya se tuvo que meter el entrometido…
―No ―negó rotundamente Tot―. No está pensando nada de eso, ¿verdad, Skel? Sabe que no debe hacerlo y no lo va a hacer, porque ya es mayorcito y sabe que no podemos intervenir en las vidas humanas salvo excepciones.
―Pero Tot, tú dijiste… ¡aauuu!
La descarga eléctrica que atravesó su pierna etérea hizo que los efectos de la bebida espiritual desaparecieran de repente, y entonces fue cuando recordó que no debía hablar de ello… no con recién llegados como Leuche. Leuche sospechó que algo estaban tramando, pero cuando miró a sus compañeros los dos le ofrecieron la mejor de sus sonrisas. Sonrisas más falsas que Judas… Pero decidió seguirles el juego.



―Yo lo intenté una vez… ―dijo.
―¿Que hiciste el qué? ―preguntó Skel, con los ojos muy abiertos. Tot suspiró y trató de darle un codazo, pero Skel adivinó sus intenciones y se apartó a tiempo.
―Ella se llamaba Rachel. Yo me llamaba George. Los soldados vinieron a casa a buscar a todos los jóvenes que pudiesen blandir un arma. No pude negarme, o deshonraría a mi familia por cobarde… Me dieron una espada mal forjada, un peto de cuero y un casco agujereado que me venía grande. Al tercer día estaba muerto. Y furioso. No quise irme. No quise dejarla atrás sin decirle que todo estaría mal… pero no me dejaron quedarme. La vi crecer y hacerse mujer… jamás me olvidó. Lo sé. Un día me escabullí y conseguí introducirme en sus sueños. En él aparecí con una armadura resistente y brillante, digna de un héroe… luchaba hasta que los enemigos me rodearon y no hubo escapatoria. Pero antes de morir besé el colgante que llevaba al cuello con su imagen, y le dije que siempre me acordaría de ella, que la muerte no podría separarnos… y que siempre la esperaría.
―Jo, tío…
Tot carraspeó. Miró para otro lado para que Leuche no viera las lágrimas a punto de desbordar en sus ojos…
―¿Sabes… sabes si funcionó? ―acertó a preguntar.
―No. Nunca lo supe. Vinieron a buscarme y me echaron la bronca del siglo… Sé que se levantó llorando y que estuvo pensando en mí unos días… pero seguramente creyó que solo fue un sueño. Acabó casándose con el mamarracho de los Cullighan… o Golligan, como diablos se llamaran… y a mí me tocó cuartucho de reflexión durante un mes.
―¿Cuartucho de reflexión? ¿Solo por un sueño?
Leuche asintió en silencio, profundamente afectado… en apariencia.
―Me dijeron que eso podía haber provocado que no se casara… y eso estaba en sus planes. ¡Pero yo no quería que se casara con ese engendro humano! ¡Tenía que haberse casado conmigo!
―Pero si tú ya estabas muerto… ―Tot hurgó en la llaga.
―¡Me da igual! ¡Estábamos enamorados! Si no hubiera sido por la maldita guerra…
Skel le alcanzó una nueva copa igualita a la que se estaba tomando él momentos antes, pero Leuche la rechazó.
―No, yo no bebo alcohol… al menos en estado espiritual.
Guardaron silencio unos instantes.
―Y tú… ¿por qué quieres bajar? ―dijo Leuche.
―Pues yo…
Pero Tot estuvo más rápido.
―Skel no quiere bajar, ¿verdad, Skel? Ya lo hablé hace tiempo con él… y quedamos en que se olvidaría del tema. Es peligroso y además se arriesga a que le encierren en el cuartucho…
―Me gustaría que fuera Skel el que respondiera, gracias ―dijo Leuche.
Skel dudó… y al mismo tiempo Leuche creyó percibir por el cuadrante correspondiente a los 120 grados de su visión panorámica a Tot negando repetidamente con la cabeza y haciendo aspavientos con las manos para que Skel no dijera la verdad. Después vio a Skel bajar los ojos y quedarse mirando fijamente el suelo. Parecía tan abatido como cuando llegó.
―No, no quiero bajar. Lo he pensado mejor.
Leuche también vio el pulgar hacia arriba que le había mostrado Tot, pero ya lo había escondido cuando se volvió a mirarle.
―Es lo mejor para todos ―afirmó Tot.
―Sí. Lo mejor… ―concedió Leuche.
Creían que podían engañarle. Inocentes…

(continuará...)

domingo, 8 de diciembre de 2013

El Ángel de la Muerte (9).

―No sé… hay algo que no me convence.
Tot removía con una cucharilla su cóctel de color verde, servido en copa de Martini y bautizado como “Ángel caído”, pensando en qué hacer con la guinda también verde: no estaba tan rica como la guinda roja, pero también merecía esperar hasta el final. Se había sentado frente a la barra de la cantina, porque de repente le había invadido un estado de ánimo un tanto extraño y no le apetecía mucho charlar sobre temas superficiales… y cuando Leuche se aproximó por su izquierda para pedir su batido de piña y coco, pronunció esas palabras de manera casual. Leuche le miró de soslayo… pensando que hablaba a otra persona.
―¿Decías…?
―El discurso de ese vejestorio. No solo ha despreciado nuestro trabajo, sino que además pretende hacernos creer que el sentido de la vida es vivir ―Tot sacudió la cabeza―. No me convence…
El batido de Leuche llegó y Tot observó cómo de repente cambiaba de color y se volvía marrón con unos chorreones de salsa de chocolate pegados al cristal.
―Es que he cambiado de idea ―dijo Leuche, sonriendo. Era un indeciso.
―Además… ¿qué puede saber él? ¿Cómo ha llegado a esa conclusión?
―Bueno… por el color de su aura y el cabello blanco, yo diría que ha vivido más que nosotros… y estuvo un tiempo acompañando a uno de los Maestros Ascendidos, según he oído por ahí. Algo debe de saber…  
―Pamplinas.
―¿Pamplinas?
―Sí, pamplinas.
―Ajá… y ¿cuál es el sentido de la vida para ti?
―Aún no lo sé. Y lo de los Maestros Ascendidos es una estupidez. ¿Ascendidos a dónde? ¿A qué? ¿No se supone que somos todos iguales?
―Vaya humor que gastamos hoy…
―No, es que es verdad… no importa adónde vayas, en todos los sitios te vienen con lecciones espirituales, que si no hagas esto, que si no hagas lo otro, que si no seas tan orgulloso, que si otra vez a reencarnarte porque tienes que aprender… ¿aprender el qué? ¿Es que no aprendo ya lo suficiente con mi trabajo, mis cursos de reciclaje y los viajes organizados a otros mundos?
―Todo eso me parece muy bien, pero ¿no te has ido un poco por las ramas? Estábamos con lo del sentido de la vida… ―Tot miró a Leuche con cara de pocos amigos. Parecía más avispado de lo que había pensado en un principio…

―Está bien. Tú también has vivido bastante, ¿no es así? Y has muerto muchas veces, por lo que pude comprobar en tu currículum… ¿Cuál es el sentido de la vida para ti?
Leuche contempló pensativo las burbujas que jugueteaban en la superficie de su batido. Era difícil decirlo. No sabía cómo lo hacían, pero los guías siempre encontraban la forma de convencerte de que debías reencarnar y pasar otra vez por todo el largo proceso que eso suponía, incluyendo el nacimiento y la muerte, para al final… al final… volver a casa y encontrar que… ¿encontrar qué? ¿Qué había aprendido él?
―La vida es como un sueño. Pero es un sueño que tienes que construir tú, hasta que ese sueño sea tan hermoso que nunca quieras despertar… que nunca quieras volver a casa.
Tot se sorprendió por esas palabras. Eran de lo más profundo que había escuchado últimamente, incluyendo la reciente conferencia. Pero aún así… dudó.
―Es como construir un edificio… un nuevo hogar, ése en el que te gustaría vivir para siempre. Al principio aprendes a hacer el cemento. Luego los ladrillos. Luego las vigas… con todo lo que eso supone. No solo es el material, también es cómo usar ese material. No solo eres el obrero, también el arquitecto ―absorto en su dulce batido, Leuche parecía inspirado―. No puedes pasar al siguiente material hasta que no dominas el primero. Y eso te puede llevar varias vidas… Según ese sueño crece, las cosas se tornan más complicadas, el trabajo es cada vez más delicado. Tienes los cristales, la grifería, la electricidad… es un edificio con muchos vecinos y todos se van apoyando unos a otros. Pero cuando dominas lo más básico, entonces la relación con las personas es también más difícil. Muchas veces el edificio (el sueño) se viene abajo, y hay que empezar desde cero otra vez. Unos abandonan la vecindad. Otros vienen. A veces aparecen goteras, otras veces una plaga en los sótanos… Pero tú siempre tienes en mente ese edificio perfecto en el que te gustaría vivir.
―¡Para, para! A ver… sigue sin tener sentido. ¿Para qué montar todo ese tinglado? ¿No lo podemos hacer aquí igual?
―¿Aquí? Aquí creas lo que deseas con solo pensarlo, ¿ves? ―en una décima de segundo su batido era ahora una ración doble de tortitas con nata, y al segundo siguiente un pastel de manzana, y al segundo siguiente un crepe relleno de dulce de leche. Finalmente volvió a ser un batido con chorreones de chocolate.
―Ya. ¿Y?
―Pues que así no apreciamos lo que tenemos. Aquí todo es plano, continuo, sin sobresaltos, hagamos lo que hagamos nos va a ir bien, puedes quedarte una eternidad pensando en las musarañas que nadie se va a alarmar ni tú te vas a preocupar de nada… pero si permaneces inmóvil, no vas a llegar nunca a ninguna parte.
―¿Y reencarnando sí?
―Si consigues construir tu sueño, habrás llegado tan alto como tú quieras. Puedes conformarte con dos o tres pisos, pero eso es fácil. O puedes descubrir que superarte a ti mismo es lo mejor que te puede pasar, por tanto, si en una ocasión conseguiste un rascacielos de 150 plantas pero resulta que se te empezó a torcer cuando ibas por la 123, tal vez la próxima quieras llegar hasta el piso 175, pero recto y con un acristalado perfecto. ¿Por qué? Porque disfrutas haciéndolo. Porque cada vez eres mejor arquitecto. Hasta que llega un momento en que quieres cambiar a un material distinto… y la Tierra ya no te sirve para construir tu sueño. Necesitas nuevos retos…


―No sé, sigo sin verlo…
―¿Has hecho alguna vez castillos de cartas?
―Sí.
―Pues es lo mismo. Si tienes buenas cartas, puedes hacer un buen castillo, siempre que te apliques y tengas paciencia y un buen pulso. Si tienes malas cartas, necesitarás algo más que buen pulso para mantener el castillo. Cuando el castillo se cae, empiezas de nuevo. Incluso puede que el castillo no se caiga, sino que lo derriben… pero no importa, porque cada vez que lo volvemos a levantar, lo hacemos mejor.
―Y así, ¿hasta cuándo?
―Hasta que te canses de hacer castillos.
―Sigo sin verle el sentido. ¿Para qué construir un castillo? ¿Para qué construir nada, sabiendo que al final siempre se va a caer? ¿Sabiendo que nunca lo vas a ver acabado?
La guinda verde ya era lo único que quedaba del cóctel, daba pena verla en el fondo de la copa tan solitaria.
―No quieres verlo acabado. Da igual si se cae o no. Lo que quieres hacer es construirlo, eso es lo único que importa. No quieres vivir en un sueño, ni tampoco en un rascacielos de 200 pisos, aunque tenga una piscina y un helipuerto en la azotea. Solo quieres vivir. Sentir que estás vivo. No me negarás que estar aquí en casa es muy aburrido... pura rutina.
Tot frunció el ceño. Había subestimado al nuevo… Ahora no podía dejar de pensar. 
Incluso se le quitaron las ganas de comerse la guinda.

(continuará...)

miércoles, 4 de diciembre de 2013

El mundo no va a cambiar (One fine day).

Es curioso cómo con los años descubres significados en las canciones que antes te habían pasado desapercibidos. Piensas que es por el idioma… algún giro lingüístico o expresión que no llegas a captar del todo, hasta que un día se te enciende la luz y dices: “Aaahh, así que se trataba de esto…”

Me acaba de pasar con esta canción de Marillion: “One fine day”. Dice más o menos que no esperes a que un buen día las cosas cambien. No lo van a hacer. Va sobre la esperanza, esa esperanza que todos tenemos y que no queremos perder, la que hace que te levantes día tras día pensando que por fin va a ser diferente… y cómo llega un momento en que ya no te quedan fuerzas para luchar, en que te conformas con dejarte llevar por la corriente, con ser uno más en la multitud enloquecida, contento de vivir y morir, sin más… Te das cuenta de que por mucho que lo intentes, nada cambia. O, como mucho, cambia para peor.

Quisiera creer que tengo un mal día y que estoy pesimista. Toda mi vida he sido pesimista. Algunos dicen: “Yo no soy pesimista, soy realista”. A mí nunca me ha gustado esa frase. Siempre he preferido creer que tengo al menos dos opciones para elegir, que puedo tener un día negro, pero al día siguiente un día brillante, que igual que puedo ser pesimista, también puedo ser optimista y ver el mundo de otra manera. Al fin y al cabo, dicen que los pensamientos positivos son buenos y que con ellos haremos un mundo mejor… aunque por muchos pensamientos positivos que tenga, yo sigo sin ver ningún cambio. Tengo comprobado que cuando intento ser optimista acabo estrellándome contra el suelo y solo gano algunas fracturas. Los tornillos no se me aflojan porque ya venían un poco flojos de fábrica. Aún así, siempre acabo mal siendo optimista. Cuando soy pesimista, tampoco gano nada… puede que como mucho alguna decepción, porque siempre me queda un reducto optimista en mi mente que espera que alguien le dé alguna sorpresa en algún momento… pero esa sorpresa raramente llega. Así que, no gano nada, pero al menos tampoco acabo descalabrada en el suelo. Al volar bajo, la hostia que te acabas dando es más suave. O menos fuerte, según se mire.

Reflexionando estos días atrás y comentando con otras personas si la vida es un juego y el mundo nuestro escenario, alguien citó unas palabras de Joseph Campbell:

“Participa alegremente en las penas del mundo.
No podemos curar al mundo de sus penas,
pero podemos elegir vivir con alegría.
Cuando hablamos sobre solucionar los problemas del mundo,
estamos llamando a la puerta equivocada.
El mundo es perfecto. Es un desastre. Siempre ha sido un desastre.
No vamos a cambiarlo.
Nuestro trabajo es enderezar nuestras propias vidas.”

“Por lo que realmente estamos viviendo es por la experiencia de la vida,
tanto el dolor como el placer.”

“El negativismo hacia el dolor y la ferocidad de la vida es el negativismo hacia la vida. No estamos allí hasta que podemos decir sí a todo ello.”

"Estar vivo es el significado."
"El privilegio de una vida es ser quien eres."


"Participate joyfully in the sorrows of the world.
We cannot cure the world of sorrows,
but we can choose to live in joy.
When we talk about settling the world's problems,
we're barking up the wrong tree.
The world is perfect. It's a mess. It has always been a mess.
We are not going to change it.
Our job is to straighten out our own lives."

"What we are really living for is the experience of life,
both the pain and the pleasure."

"Negativism to the pain and the ferocity of life is negativism to life. We are not there until we can say 'Yea' to it all."

"Being alive is the meaning."
"The privilege of a lifetime is being who you are."

Creo que estoy empezando a comprenderlo. El mundo no va a cambiar, por mucho que queramos cambiarlo y por muy optimistas que nos levantemos cada mañana. Somos nosotros los que cambiamos. Quizá hemos venido para eso, para que el mundo nos cambie, y no al contrario. Es como eso que dicen: tú vienes con unos planes, pero la vida tiene otros planes para ti. Estoy empezando a aceptar que el mundo es solo nuestro escenario, y la vida un inmenso teatro. En él representamos nuestro papel, sea cual sea. A veces nos toca hacer de buenos, y otras veces hacer de malos. A veces somos protagonistas, y otras veces secundarios. A veces ni siquiera somos secundarios, solo somos extras que venimos para figurar o hacer bulto. ¿Por qué? Pues porque somos actores y queremos salir en la película, da igual lo que nos toque. El caso es participar, el caso es estar vivos. Siempre es divertido disfrazarte. Al final, nos aplauden o nos tiran tomates. Y luego volvemos a casa y pensamos qué traje escogeremos para la próxima función.

Hay muchos que piensan que si no podemos cambiar las cosas y todo viene ya en el guión, no queda nada que hacer. Y no puedo negarlo… Tal vez aceptar que el mundo no tiene arreglo y que no va a cambiar sea una actitud derrotista. Tal vez me he resignado y he decidido dejar de luchar, pueden decir algunos… Otros piensan que si la vida es un juego y todo está ya decidido, no tiene sentido vivir. Pero yo no lo veo así. Que la vida sea un juego no te quita la responsabilidad de jugarlo según las reglas, o según tus propias reglas, hasta el final, hasta que ya no te queden más balas… No es divertido dejar la partida a medias, sobre todo cuando tu contrincante quiere seguir jugando. Ni siquiera es de caballeros, sería como hacer trampa. Otros gustan de quitarle valor a la palabra “juego” y piensan que venimos al mundo a jugar a la Oca. Pero no es la Oca. Es más parecido a Jumanji. Tan real que a veces da miedo y llegas a pensar que no es un juego.

En todo caso, no importa. Porque sea un juego o no, seamos conscientes o no, el mundo va a seguir donde está por unos miles de años, y muchos de nosotros vamos a seguir viniendo para comprobar si cambia, si no cambia, o si cambia tan lento que lo que ocurre es que necesitamos varias vidas para notar esos cambios. Yo sospecho que es esto último. Pero hablo desde mi reducto optimista. Es el mismo que en tiempos como éste, me recuerda que si ya no creo en nada, al menos debo creer en Aragorn:


"There is always hope"
(Siempre hay esperanza)


ONE FINE DAY

When we were young you used to say
things would be different
one fine day

The walls would crumble
Nations sing as one
We live in hope, 'cause so far
it hasn't come

Listening to the pouring rain
waiting for the world to change
beginning to wonder if we'll wait in vain
for one fine day

Oh, how years change the things for which we strive
A better world... or just a quiet life
What seemed so simple
is still so far away
Don't hold your breath waiting
for one fine day

Listening to the pouring rain
waiting for the world to change
beginning to wonder if we'll wait in vain
for one fine day

Life is strange
it can seem you're high and dry
Turn around
there's nothing in this world you recognise
Did we fall asleep, babe?
    Dreaming that dream, babe?   

martes, 3 de diciembre de 2013

El Ángel de la Muerte (8).

 CONFERENCIA: LA MUERTE. ¿UNA REALIDAD?

- POR EL ÁNGEL DE LA MUERTE EMÉRITO: SHÉDEL -

―Pero, entonces, ¿la muerte existe o no existe?
―Nosotros sabemos que no ―contestó el Ángel de la Muerte Shédel―. Pero no importa lo que nosotros sepamos. Resulta que tenemos una malísima costumbre, y es que cuando nos encarnamos como seres humanos olvidamos el mundo espiritual, y cuando regresamos al mundo espiritual olvidamos lo que es ser humano… Y tan imposible es comprender desde aquí el miedo atávico que el ser humano tiene a la muerte, a lo desconocido, al final de su existencia… como difícil es para un ser humano comprender que su realidad no es real, que la muerte no es real, que el dolor es solo transitorio, que sus seres queridos nunca desaparecen. Lo fácil es verlo todo desde la barrera, como lo vemos nosotros desde aquí… ahora que hemos vivido incontables vidas y experimentado incontables muertes, nos parece que vivir es un juego de niños… y lo es, pero no cuando estás dentro de esa realidad y no eres consciente de que tus sentidos te engañan constantemente.
―¿Les engañan… o quieren vivir engañados? Tienen pistas por todas partes…
―Los seres humanos buscan seguridad. Creerán lo que sea si a cambio se les ofrece esa seguridad. Y se aferrarán a esas creencias cueste lo que cueste, antes de abrir los ojos a esa otra realidad que tienen al alcance de la mano pero que implica también cierto grado de duda, porque no confían en todos sus sentidos… no les enseñan a hacerlo. Pero ésas son las reglas del juego. Porque si supieran la verdad y no tuvieran miedo, tomar decisiones sería mucho más fácil. Para poder elegir tienen que existir los opuestos. Si todo fuera tan fácil como aquí, donde todo es claro como el agua y no existe la duda, ni la incomprensión, ni el temor, ¿dónde estaría el problema? La vida dejaría de ser un desafío, dejaría de tener sentido… Los seres humanos se empeñan en buscarle un sentido a la vida, cuando el único sentido que tiene es vivirla. Y vivirla según a cada uno le dicte el corazón. Nosotros, como Ángeles de la Muerte, debemos ser conscientes en todo momento de que para muchos humanos el fin de la vida es el fin de todo… piensan que se les ha acabado el tiempo cuando en realidad no es más que un periodo de diez minutos en la eternidad que aún tienen por delante. Y aunque hayan vivido muchas vidas, siempre van a pensar que ésa es la única que han tenido y la única que van a vivir… va a costar sacarles de esa ilusión y debemos ser comprensivos y pacientes, especialmente cuando la vida les es arrebatada de manera súbita o traumática. Es entonces cuando más confusos y aturdidos estarán, pensarán que aún siguen vivos, desearán regresar a la vida mortal… y debemos empezar a considerar que un alma retenida en el astral es un fracaso de los Ángeles de la Muerte.

Un murmullo de desaprobación recorrió a la multitud de Ángeles reunidos en el claro habilitado para la celebración de la conferencia.
―¿Y qué hay del libre albedrío? ¿No es un derecho intocable de toda alma? ―se dejó oír una voz anónima.
―¿Acaso he dicho que debemos pisotear ese derecho? No… no podemos obligar a nadie, pero estamos obligados a tratar de convencerlos por todos los medios de que deben seguir adelante. Nos llegan preocupantes informes de que el astral es ahora mismo como el metro en hora punta, se está superpoblando y eso no es bueno… no hay evolución posible en el astral.
―¿No deberían ocuparse de eso los guías espirituales? ―preguntó Tot. Se hallaba sentado en la quinta fila, con varios de sus compañeros dispuestos alrededor y Leuche a su izquierda.
―Mmm… Sé de los roces que hay entre guías y Ángeles de la Muerte, pero debéis entenderlos a ellos también. Acompañar a varios humanos a lo largo de todas sus vidas es francamente extenuante, podéis creerme… Aunque lo parezca, tampoco el suyo es un trabajo fácil. Debéis aprender a cooperar con ellos. Los guías espirituales tienen muy buenas intenciones, pero no todos son expertos en manejar almas recién fallecidas ni han experimentado todo tipo de muertes. En muchos casos necesitan nuestro apoyo y consejo, pero siento que nos hemos vuelto demasiado cómodos y nos limitamos a transportar a esas almas sin ni siquiera preguntarles cómo se encuentran. Y no, no se trata de eso… creo que en algunos casos nuestra mala fama es merecida.
Otro murmullo de desaprobación recorrió a la multitud. Sin duda algunos se sintieron dolidos por tal afirmación.
Leuche tocó el brazo de Tot.
―Es cierto… No recuerdo que tú me preguntaras cómo estaba ―susurró.
―Sshhh… ―Tot puso un dedo en sus labios.
―De hecho, te burlaste de mí.
―Eso no es cierto ―Tot fingió indignación―. Simplemente me produjo un gran placer ver que te era fácil recordar… Además, intentaste agredirme, ¿o eso lo has olvidado?
―Lo intenté porque te reíste de mí. Me preguntaste si estaba calentito en la hoguera…
Tot puso cara de póker.
―¿Te molestó? Era simple curiosidad… Hace tiempo que no sé qué es sentir calor.
― Sileeencioooo ―les llamó la atención Skel desde detrás.
La respuesta no convenció a Leuche, pero calló. El Ángel de la Muerte emérito seguía hablando. Estaba resultando una conferencia muy interesante.
―Sí, no se molesten por mis comentarios, señores Ángeles… Nos hemos vuelto demasiado orgullosos con esto de que somos imprescindibles y por mucho tiempo nos tuvieron miedo. Pero eso se acabó. Somos un cuerpo de élite, y como tal debemos dar ejemplo. Debemos ofrecer un servicio de calidad, dar a la muerte la importancia que tiene y tratar a las almas recién fallecidas como merecen. Recuerden que para los humanos la muerte es real, tan real como la vida misma… a nosotros nos es difícil ponernos en su lugar, y por ello debemos recordar nuestras propias muertes… Un Ángel de la Muerte no debe olvidar nunca su naturaleza humana, aunque suene contradictorio. Por cierto, me han dicho que les diga que al finalizar la charla encontrarán a su disposición los nuevos manuales de intervención para que los estudien y empiecen a ponerlos en práctica en sus próximas salidas. Deberán presentar informes periódicamente y serán evaluados para detectar errores y subsanarlos en el futuro. 
Alguien levantó la mano.
―Respecto a esto de ofrecer mejor servicio… ¿no sería mejor que hubiese ampliación de plantilla para que no tuviésemos que ocuparnos de más de un alma? Sobre todo en situaciones de emergencia, que es cuando más se necesita...
―Creo que los superiores están trabajando en ello, pero hay que tener paciencia… Como sabéis dedicarse a la muerte no está bien visto, ni en la Tierra ni en el mundo espiritual. Es nuestra cruz… gajes del oficio, muchachos. Aquí la muerte no existe… y en la Tierra solo pretenden ignorarla. Por mucho que les expliques que no puede haber luz sin oscuridad, bien sin mal, blanco sin negro, vida sin muerte… no lo entienden ―Shédel sacudió la cabeza con tristeza―. No lo entienden…
Se hizo el silencio y los asistentes a la conferencia esperaron, sin saber si el Ángel de la Muerte emérito había acabado o no. De pronto les miró fijamente con fuego en sus ojos.
―¿A qué esperan? ¡Tienen trabajo ahí fuera! ¡Sigan haciendo que me sienta orgulloso de ustedes! ¡¡Hasta la muerte y más allá…!!


Los Ángeles de la Muerte se miraron entre ellos y rompieron en aplausos y ovaciones al conferenciante. Nada les gustaba más que escuchar su lema y sentir la pasión y el orgullo por lo que hacían en sus corazones (o lo que fuera que tuvieran en lugar de corazón). Una descarga de energía irrumpía en el centro de su ser y percibían cómo se hinchaban sus cuerpos espirituales y adquirían un color dorado. Era una sensación indescriptible… Y solo ellos sabían todo lo que habían tenido que pasar para llegar hasta allí.

(continuará...)
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