[En capítulos anteriores... El Ángel de la Muerte (13).]
Tot no podía
apartar la mirada de los dedos de Gehirn golpeteando de manera rítmica sobre la
mesa de su despacho, mientras los dos esperaban impacientemente a que llegara
Leuche. Se esforzaba por no pensar... porque sabía que cualquier pensamiento
indebido llegaría al cerebro... o mejor dicho, a la mente... o a lo que fuera que
tuviera en la parte de la cabeza, su jefa.
Sí, su
jefa... No, en realidad el jefe era Kette. Gehirn era la “súper-jefa”. Si les
había llamado tan pronto por la mañana, era porque algo iba mal... muy mal.
Gehirn solía tener un rostro impenetrable, que casi nunca dejaba traslucir sus
emociones. Pero aquel día estaba más cenizo que de costumbre, y además no
dejaba de tamborilear con sus dedos en la mesa de cristal. Si hubieran existido
cigarrillos en aquel aburrido e insulso mundo espiritual, seguro que habría
encendido uno.
Solo en una
ocasión se habían cruzado sus miradas. Tot no pudo sostenerla más de un
segundo... raro en él, que disfrutaba desafiando a la gente, cuando no acababan
a mamporros en medio de un callejón oscuro. Su pierna derecha comenzó a moverse
abajo y arriba sin control. Él también se estaba empezando a poner nervioso.
“Cuando vea a ese maldito Leuche le voy a estrangular con mis pro...”
―¿Seguro que le habrá llegado la citación? ―preguntó
Gehirn.
―¡Claro! ―se
apresuró a contestar Tot, evocando en su memoria el post-it que le había dejado
garrapateado y adherido con sumo cuidado al teléfono negro de la oficina que
compartían... esta vez incluso se había molestado en escribírselo con un
bolígrafo Bic... claro, que tal vez ése era el problema, porque su letra no la
entendía ni su padre. Le había pasado en más de una vida... ―Debe ser que aún
no se aclara con esto del tiempo, y mira que se lo he explicado veces... ―añadió
con tono inocente.
No consiguió
engañar a Gehirn. La súper-jefa era lista. Muy, muy lista...
De pronto
vieron cómo una nube de humo se empezaba a materializar en la silla que estaba
a la izquierda de Tot y poco a poco tomaba la forma de un jefe indio con un
tocado de plumas espectacular en la cabeza. Profundas arrugas surcaban su
rostro ya anciano, y empuñaba un tomahawk
en su mano derecha. Parecía un poco confuso... Porque sabían que era Leuche, si
no tal vez le habrían disparado con la Luger que a Tot aún le gustaba
contemplar desde su cama, los días que sentía nostalgia por una de sus vidas
pasadas.
Gehirn
frunció el ceño. Tot sacudió la cabeza y dio un puñetazo con su brazo izquierdo
a la figura del indio confuso. La figura vibró y por unos segundos solo fue una
neblina de luz amorfa. Rápidamente adoptó la apariencia favorita de Leuche (la
del caballero de época victoriana con sombrero de copa y melena), parpadeó
varias veces y pareció darse cuenta de dónde estaba.
―Perdón por
el retraso... ―trató de excusarse. Después se tapó la boca con una mano y
susurró a Tot: ―Pero ¿no decías que solo tenía que pensar “Los magos nunca llegan
tarde, llegan exactamente cuando se lo proponen”?
Tot disimuló
una sonrisa y dijo:
―¡Cállate! ¿No ves que la súper-jefa nos va a meter un paquete? Porque es por eso por lo que hemos venido, ¿no es así? ―al decir estas palabras miró a Gehirn. Siempre era así de directo.Al menos Gehirn había dejado de dar golpecitos con sus dedos. Pero el color cenizo de su rostro seguía allí... y eso era bastante preocupante.
Cogió una
hoja de papel que tenía sobre la mesa. Todos sabían que era el informe de los
de Asuntos Internos. También llamados “Vigilantes Invisibles”. Siempre sabían
lo que habías hecho... en cualquier lugar, ya fuera en el plano físico, en
cualquiera de los tropecientos subplanos que había en el astral, o en las
infinitas dimensiones del mundo espiritual. Para ellos, la palabra “privacidad”
no existía. En resumen: eran unos tocahu...
―Veamos... ―dijo
Gehirn, al tiempo que se ajustaba sus pequeños anteojos sobre el puente de la
nariz―. Mala aplicación del protocolo. Uso indebido del martillo de Thor... quiero decir, del martillo anti-pánico. Numerosos desperfectos en el vehículo de empresa... incluyendo la presencia de
una masa negruzca que no ha podido ser debidamente identificada. Escuchar
música en horas de trabajo... vale, eso lo puedo pasar por alto... ¡Pero causar
un trauma adicional a un recién fallecido es simplemente IN-TO-LE-RA-BLE! ¡Y
además era un suicida! ¡Sabéis que los suicidas necesitan un trato exquisito!
¿En qué estabais pensando?
El silencio
era sepulcral.
―¿Alguno de
los dos va a decir algo?
―¡Yo solo
seguía órdenes de Tot! ―exclamó Leuche.
―¿Que tú
qué...? Ven aquí que te meto...
Tot hizo un
amago de coger por el cuello a Leuche y lanzarle un gancho, pero Gehirn fue más
rápida y se interpuso entre los dos atravesando directamente la mesa que la
separaba de los dos Ángeles de la Muerte. Y además les drenó su energía
momentáneamente para inmovilizarlos. Después los observó un buen rato. Leuche
vio que una de sus venas del cuello estaba a punto de estallar. Pero no lo
hizo...
―Joder, Tot,
me has decepcionado... Y tú, Leuche, realmente creíamos que podíamos contar
contigo para este trabajo, pero tal vez nos equivocamos.
Leuche se
esforzó por decir algo, pero aún se hallaba inmovilizado.
―No me
dejáis otra alternativa...
Gehirn miró
con tristeza a uno y a otro. Luego alargó la mano y arrancó la pegatina
brillante del uniforme de Tot. Luego fue a hacer lo mismo con Leuche, pero se
dio cuenta de que él no se había puesto el suyo, para variar...
―Acuérdate
de entregar tu distintivo antes de la hora de la comida.
―¡Esto es
completamente injusto! ―Leuche se levantó y dio un fuerte golpe en la mesa con
el puño―. ¡Nuestro trabajo ya es suficientemente duro como para tener que
aguantar este abuso de autoridad solo por un fallo sin importancia! ¡Yo solo soy un
novato! Y Tot... Tot... Tot, ¡di algo!
El efecto paralizante
ya había pasado, pero Tot aún no podía hablar. Aún contemplaba con lágrimas en
los ojos la pegatina del ángel negro con alas... y aún no podía creer que
Gehirn le estuviera suspendiendo de empleo y sueldo.
―No me mires
así, Tot ―dijo Gehirn, con voz dura―. Sabes que la calidad de tu trabajo ha
empeorado mucho últimamente... y te lo hemos advertido ya varias veces. Esto no
es el final... Pero creemos que tenéis que tomaros un tiempo y reflexionar si es
esto lo que realmente queréis hacer. Para que lo averigüéis, os vamos a cambiar
de destino por un tiempo. Vais a abandonar el Departamento de Ángeles de la
Muerte, y os vais a incorporar al de Avatares y Apariciones Virginales.
Leuche se
sintió confuso... otra vez. Miró a Tot en busca de una explicación. Tot parecía
hundirse más y más en su asiento...
―¿Eso qué es, Tot?
Tot le miró
de mal humor. Pero no contestó. En su lugar, miró desafiante a Gehirn.
―Es una
broma, ¿no? ―dijo.
Leuche le
imitó, algo esperanzado.
―Eso es...
esto es una broma, ¿no?
Gehirn les
miró a los dos, de nuevo con tristeza.
―Yo no estoy
preparado para eso ―dijo Tot.
―¿No? Es
bastante más sencillo que ser Ángel de la Muerte... con unas pocas vidas en un
planeta primitivo ya eres un experto en la creación de mitos, en la adoración
de la naturaleza y demás deidades que surcan el cielo, en el surgimiento de
figuras que pretenden ser adorados por todos para así tener el poder sobre
ellos, en la escritura de mandamientos que todos tienen que cumplir, en el control del pueblo mediante el miedo, en los martillos de brujas, en ser perseguido por
hereje, en ser quemado en la hoguera, en la planificación de asesinatos de papas, en el Cielo y el Infierno... ¿no has vivido ya todo eso, Tot?
Tot desvió
su mirada, incómodo... Farfulló un “sí” casi inaudible. Leuche le miraba a su
vez con los ojos muy abiertos.
―¿Y tú,
Leuche? ¿No lo has vivido también?
Leuche
sintió un escalofrío al sentir el escrutinio de Gehirn en el fondo de su alma.
Y volvió a rebelarse.
―¡No quiero ser parte de ese engranaje...
nunca más!
―Vuestra
falta de seriedad os ha arrebatado la libertad de elegir. No tengo más que
decir. Mañana presentaros en el departamento correspondiente... y sed
puntuales. Y antes que preguntéis... sí, seguís siendo compañeros. Responderéis
los dos de las faltas del otro. ¿Entendido?
Aquella
noche, mientras Leuche intentaba conciliar el sueño, vio una Luger flotar en el
medio de su habitación. Fue avanzando lentamente, como un Zeppelin surcando el
cielo, hasta situarse justo enfrente de él, a la altura de la cabeza. Entonces
se aproximó a sus ojos y sintió cómo el cañón le rozaba la frente... y después
presionaba con un poco de fuerza. De pronto oyó un disparo... y vio caer un
retal de tela con la palabra “Bang!” escrita en rojo sangre sobre él.
Supo al instante que era un mensaje "subliminal" de Tot. Supo al instante que
Tot bromeaba. Seguro que estaba bromeando...
¿No era así?
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