[En capítulos anteriores: El Ángel de la Muerte (28)].
Se reencontraron a la hora del almuerzo.
Venían los dos arrastrando los pies como si fueran plomo y sin intercambiar una
sola palabra cogieron sus bandejas metálicas, pasaron por delante del cocinero
para que les sirviera el rancho, y luego se sentaron en el banco uno a cada
lado. Hasta la salchicha blanca de Tot tenía aspecto abatido.
—¿Algún muerto hoy? —preguntó Leuche.
El sonido que emitió Tot se parecía ligeramente
a un “no” entremezclado con un sollozo.
—¿Alguna alma errante?
Tot negó con la cabeza y dio un mordisco a
la salchicha.
—¿Un poco de sangre al menos? ¿Trozos de
higadillo? ¿Algún sacrificio humano? Aquí y en esta época aún son corrientes,
¿no?
Tot le dirigió una mirada lánguida llena de
melancolía.
Leuche suspiró. Tot perdía energía por
momentos. Si continuaba así a lo mejor iba a tener que pedir la baja laboral...
¡y él se quedaría solo en el Departamento de Avatares y Apariciones Virginales!
Y además tendría que hacer doble turno en sus asuntillos nocturnos de
estrangis... Las cosas se estaban poniendo cada vez más feas.
Sus intentos de animarle durante la comida
fueron infructuosos. Cada vez se parecían más a dos ángeles alicaídos. Después de una breve sobremesa se volvieron a levantar
para continuar con su trabajo, y al salir del comedor se toparon de frente con
una figura de brazos cruzados que daba golpecitos en el suelo con uno de sus
pies. Los dos se detuvieron de sopetón.
—No os cojo de las orejas porque no son lo
suficientemente sólidas, pero anda que contenta me tenéis.
Era Gehirn. Había venido en persona... a no
ser que fuera una transmisión holográfica del pensamiento, pero ni Tot ni
Leuche estaban por la labor de comprobarlo tocándola con un dedo. Eso
significaba que el asunto debía ser grave.
—Yo diría algo para protestar, pero estoy
agotado de tanto trabajo... —dijo Leuche.
—Silencio. Ya habrá tiempo de explicaciones
en la oficina. De momento volvéis al Departamento de Ángeles de la Muerte. Hay
un asunto urgente que requiere de... de vuestra presencia —Gehirn pronunció las
últimas palabras casi refunfuñando. Le costaba admitir que los necesitaba.
Había empleados con más experiencia que Tot, pero pocos alcanzaban su nivel de
excelencia, errores incluidos.
—¿Y tiene que ser ahora? ¿No nos merecemos
un fin de semana de relax después de haber descolapsado el astral?
Gehirn contempló largamente a Leuche como si
le estuviera gastando una broma.
—Los procedimientos ilegales no constan en
vuestros expedientes oficiales. Si te estás refiriendo a cierta huelga ILEGAL
que se promovió y llevó a cabo ILEGALMENTE por dos Ángeles de la Muerte que ya
habían sido sancionados por incumplir los protocolos de actuación, os tengo
que informar que a consecuencia de vuestra iniciativa ahora lo que está
colapsado es el Consejo de Ancianos, que no da abasto para atender tanta
demanda de enjuiciamiento y vuelta a la sensatez. Se ha tenido que solicitar
personal jubilado de varias residencias de almas para que se presenten
voluntarios y el otro día uno de los ancianos se desmayó en plena sesión por
falta de energía... ¡Menuda la habéis armado!
Tot no se sentía culpable ante la reprimenda
de su superiora. Más bien al contrario. Se había puesto a silbar
despreocupadamente mientras miraba hacia otro lado. Parecía orgulloso de lo que
habían conseguido.
—Pero como digo no tenemos tiempo de ocuparnos
de esto ahora. Tenéis que volver al astral. Se ha detectado actividad ilegal de
ciertas criaturas que se hacen pasar por miembros de la Santa Compaña y tratan
de engañar a los difuntos conduciéndolos a los planos inferiores en lugar de a
la luz. Han llegado a usurpar vuestros antiguos uniformes de esqueleto con guadaña de uso exclusivo y campan a sus anchas en busca de incautos por todo el astral. Tenemos que detenerlos.
—Pero eso de la Santa Compaña, ¿no había
desaparecido ya?
—Estábamos en ello. La modernización de
vuestros uniformes y el cambio en la organización de los Ángeles de la Muerte
era un primer paso en esa dirección. Pero parece que va a costar más de lo que creíamos. Está habiendo una evolución en la forma de
conducirse de los jóvenes terrestres. Después de generalizarse Halloween ya
casi nada les daba miedo. Habían olvidado a la Santa Compaña y algunas
criaturas astrales preferían disfrazarse de Freddy Kruger, Ghostface o la niña del exorcista
para asustar a las almas... que no sé lo que es peor. Pero algunas se dieron
cuenta de que eso ya no funcionaba porque los difuntos se empeñaban en darles
golosinas creyendo que así se irían. No les tomaban en serio, así que estas criaturas astrales han vuelto a adoptar la forma de
encapuchados con farolillos. Parece que eso produce escalofríos a cualquiera...
Y eso va en contra de la nueva filosofía que queremos implantar en el
Departamento: tenemos que normalizar la muerte y eliminar el miedo a la
transición.
Leuche iba a decir algo pero se había
quedado con un dedo levantado, pensando en lo que acababa de escuchar. Se había
perdido después de la palabra “organización”. Asintió igualmente cuando Gehirn
preguntó si lo habían entendido.
—¿Estáis preparados para vuestra nueva misión?
Los dos dijeron que sí. Cualquier cosa era
mejor que seguir surcando los cielos en nubecillas voladoras, con pelucas de
rizos rubios.
Leuche trotó detrás de Tot, que apenas había
dicho nada pero el cambio en su humor era evidente. Al mirarle no se le escapó
la sonrisa que Tot llevaba en su cara. Hasta su cuerpo astral se había
expandido tres cuartas por todo alrededor. Según caminaban su uniforme se fue transformando en un conjunto de pantalones grises y camiseta negra, con una insignia fardona bordada en el bolsillo izquierdo que mostraba un impresionante ángel de alas negras. Los colores
cambiaban según cómo le daba la luz. Y cuando vio el Volkswagen recién salido del taller y el túnel de lavado, casi se le caían las lágrimas de alegría. Hasta tentado estuvo de ponerse de rodillas en el suelo y dar gracias a Dios. Pero por supuesto que eso no lo iba a hacer. Iba en contra de su dignidad como Ángel de la Muerte.
(continuará...)
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