Unos
nudillos golpearon el cristal esmerilado de la puerta de su despacho y
súbitamente Tot se incorporó, abrió el cajón y barrió con su antebrazo todos
los soldaditos grises y verdes que estaban estratégicamente situados en su
mesa, incluyendo los dos tanques y el Messerschmitt listo para despegar
del hangar imaginario. Recorrió el campo de batalla con su mirada para
comprobar que no había quedado ninguno escondido, cerró el cajón, cogió una
libreta y un lápiz y los situó frente a él. Luego, aparentando aburrimiento,
dijo:
―¿Sí?
Adelante…
La puerta se
abrió y apareció su compañero Skel, aún más taciturno que de costumbre. Se dejó
caer en la silla libre que había al otro lado de la mesa.
―Jo, tío, no
sabes la que se nos avecina.
Tot le
observó largamente, sin creerle del todo. Skel era siempre muy pesimista.
Alargó lentamente su mano hasta tocar el emblema del Ángel en el uniforme de su
compañero. Se estaba despegando por una esquina y Tot la apretó ligeramente
para ponerla bien. No lucir un uniforme impecable era considerado una falta
leve. Eso era indigno de un Ángel de la Muerte. Skel miró qué estaba haciendo.
―Ah, sí…
Pasa a veces. Sobre todo cuando estoy… bajo de ánimos.
―¿Bajo de
ánimos? ¿O acojonado? - Tot era un especialista en detectar cómo se sentía la
gente.
Skel
entrecerró sus ojos.
―No
pretendía engañarte… Puede que sean las dos cosas.
―¿Y eso?
―Tío, tú
nunca has estado en una de estas operaciones…
Eso le puso
en alerta. ¿Operación? Eso no sonaba a sus misiones rutinarias… sonaba a un
marrón en toda regla.
―Cuéntame
más, estoy impaciente.
Skel trató
de crear suspense con un silencio algo más prolongado de lo normal y una
expresión tenebrosa en su rostro. Bajó la voz.
―Se rumorea
que Kette nos va a enviar a una batalla en el siglo XIX.
Tot frunció
el ceño, pensativo.
―¿Hay
suficientes Ángeles para eso?
―Ha
convocado a brigadas de otros sectores… pero hay mucho trabajo últimamente. Se
espera que el ratio esté próximo a 10:1.
Por primera
vez en la conversación Tot se quedó impresionado de verdad.
―¿Diez a
uno? ¡Eso es una locura! ¿Y en una batalla? ¿Donde los brazos y las piernas
vuelan constantemente, los cañonazos desintegran los cuerpos, hay balazos a
diestro y siniestro, degollamientos y horca para los prisioneros de guerra?
―Pensé que
no habías estado en ninguna batalla…
―No, muerto
no… quiero decir, estuve vivo y acabé muerto… pero nunca estuve como Ángel… ¡si
ya lo sabías!
―Pues eso.
Diez a uno…
―No puede
ser… ¿no se habló de ir a la huelga? Estos recortes en el personal están
llegando a un extremo que no es normal… Además, piensan enviar a un montón de
novatos por lo que veo, ¿no?
―No hay más
remedio. Dicen que hace años era aún peor y nadie se quejaba…
Tot sacudió
la cabeza.
―Así es
imposible dar un servicio de calidad.
―El problema
es que nadie quiere hacer nuestro trabajo…
―Bueno… ¿y
cuándo va a ser esto de la batalla?
Skel buscó
con la mirada en la mesa de Tot y cogió el calendario. Al hacerlo, algo cayó al
suelo y se agachó para cogerlo. Luego extendió una mano hacia Tot y le dio un
soldadito gris que empuñaba un fusil MP40, sonriendo levemente. Tot ignoró su
sonrisa y Skel no dijo nada. Estudió el calendario y contó con los dedos los
días que faltaban.
―El viernes.
―¿El
viernes? Joder… ¿no podía ser un lunes para no amargarnos el fin de semana?
Skel negó
con la cabeza.
―Ya sabes
que estas cosas ocurren cuando tienen que ocurrir.
―¿Y por qué
en el siglo XIX? ¿Es imaginación mía o va a ser especialmente sangrienta?
―Sospecho
que quieren meternos caña… Quizá se aproxime algo peor, y quieren que estemos
preparados.
―¿Pero en el
siglo XIX? Ni que no lo hubiésemos visto ya…
―No es lo
mismo hacerlo desde el otro lado.
Tot suspiró.
La mala leche comenzaba a arderle en las entrañas. Y además… no estaba seguro
de estar preparado para algo así. Lo máximo de lo que se había ocupado era de
tres almas al mismo tiempo. Y la mayoría de las veces había sido con un
compañero. ¿Diez almas? ¿Todas sufriendo muertes traumáticas? ¿Confusas,
perplejas, llenas de odio y pavor? Pensó que iba a echarse a temblar y que sus huesos
iban a castañetear como hacían los de Skel en ocasiones… Se reían mucho de él,
y frente a él… él ya lo tenía asumido y no le importaba porque les hacía reír.
Skel era un gran tipo. Y en esto tenía más experiencia. Esperaba que estuviese
cerca el día de la batalla. Lo iba a necesitar como apoyo psicológico.
Como Tot se
había quedado pensativo, Skel decidió dejarle solo.
―No te
preocupes, Tot. Va a haber una sesión preparatoria… creo que mañana.
Tot asintió
en silencio. Vio a Skel dirigirse a la puerta, pero antes de cerrar, añadió:
―Sabes que
todo el mundo está al tanto de que juegas con tus ejércitos de plástico, ¿no?
El soldadito
era tan pequeño que ni siquiera alcanzó a golpear contra la puerta… pero sí
pudo sorprender la sonrisa burlona en la cara de su compañero. Y él que creía
que los tenía engañados a todos…
La noticia
le había amargado el día. No… intuía que la batalla no le iba a gustar. Ya lo
había vivido antes… en una época antigua y oscura, casi olvidada, cuando estaba
encarnado en un cuerpo físico… además de verse rodeado de la muerte más cruel,
le iba a traer recuerdos, amargos recuerdos…
(continuará…)
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