Despertó tumbado boca abajo sobre la tabla de madera, semidesnudo,
el cuerpo tenso y magullado, las manos con restos de sangre que el agua fría no
había arrastrado consigo, el ojo derecho hinchado y pegajoso debido a las
costras de suciedad y pus que se habían formado. Se sorprendió de que no le
hubieran molestado... supuso que no es que les importara mucho si vivía o
moría, tal vez solo sabían que se encontraba demasiado débil y enfermo como
para poder levantar el martillo con el que rompía las rocas de la cantera. Un
esclavo vivo siempre era más útil que un esclavo muerto.
También se sorprendió de haber sobrevivido a la noche. Sus
heridas no eran muy profundas, pero la voluntad de vivir menguaba cada día
igual que los músculos de sus brazos, tan fuertes y poderosos en un tiempo que
cada vez era más difícil traer a su memoria. Había descubierto que la falta de
voluntad no mataba, al menos no rápidamente. Y día tras día sus ojos se abrían
a un mundo en el que ya no se reconocía a sí mismo, en el que no sabía quién
era... Le habían permitido conservar su nombre (Nicodemus), pero eso era lo
único que le quedaba...
Tal vez habría sido mejor que el filo de la espada hubiese
acabado su trabajo. De rodillas en la tierra, con su cabeza fuertemente
sostenida por alguien a quien no podía ver, tirándole de los cabellos hacia
atrás para exponer su cuello... aún podía sentir la presión de la hoja sobre su
piel, aún podía escuchar los gritos de la muchedumbre convertidos en sordo
murmullo en sus oídos, aún percibía el tiempo detenido en el aire. Solo era
plenamente consciente de que entre la muerte y él no había nada. No entendía
muy bien qué había pasado. Se sentía al borde del desmayo y las voces de los
hombres que discutían sobre qué hacer se habían convertido en palabras
ininteligibles. No recordaba muy bien cuáles habían sido sus pensamientos en
esos momentos. No quería morir... pero tampoco le hubiese importado mucho perder
la vida. Solo sabía que la torre rubia que medía una cabeza más que él y tenía
un aspecto mucho más saludable, le había vencido. Había llegado unos días
atrás, confuso y cabizbajo como todos, mirando embobado las cadenas de hierro
como si no supiera cómo habían llegado hasta ahí... Llegó a pensar que se
suicidaría, o que se revolvería contra los captores pensando que su fortaleza
le iba a servir para algo. Pero posiblemente era más inteligente de lo que
parecía... o más cobarde. Sus ojos azules siempre le habían mirado desafiante, y Nicodemus
siempre había evitado esa mirada. A pesar de no sentir ninguna simpatía hacia él (solo
era alguien más con quien repartir las escasas raciones de comida), tampoco
había sentido ninguna necesidad de luchar contra él. Pero él no había tenido
ningún poder de decisión sobre ello. Ya no podía decidir sobre nada.
Una vez que la torre rubia le hubo derribado y estaba a
punto de darle el último golpe que le dejaría inconsciente (muerto no, porque
con aquellas armas habría necesitado algo más de tiempo, unas cuantas estocadas
más, y mucho más estómago), unos hombres le apartaron y trataron de aplacar sus
ansias de muerte, cegado por el fervor del combate, mientras que a Nicodemus le
rodearon en parte para protegerlo, y en parte para dejar que otros decidieran si
le había llegado o no la hora. Le sostuvieron de los brazos y le obligaron a
incorporarse, y uno de ellos parecía dispuesto a cortarle el cuello si así se
lo ordenaban.
Nunca supo qué es lo que le salvó... o lo que le condenó a
seguir viviendo una vida en la que se veía obligado a arrastrarse sin cesar, en
la que se levantaba y se acostaba por inercia, y daba gracias a los dioses por
la inconsciencia que el sueño le otorgaba cada noche, si es que el hambre o el
frío le permitían dormir. La escasa luz que atravesaba la ventana del
dormitorio le deslumbró, y al ponerse en pie avanzó tambaleándose hasta el
recipiente con agua que había sobre una repisa en el rincón. Las cadenas de los
tobillos parecían pesar diez veces más que cualquier otro día. No recordaba
cuándo se las habían vuelto a poner... tampoco recordaba cómo había llegado al
catre. Agradeció la soledad. Intentó deshacerse de la suciedad y las costras,
pero allí no había agua suficiente para reblandecerlas. Notaba los embates de
la fiebre... y sabía que si alguien no cuidaba de sus heridas como era debido,
evitarle la muerte el día anterior solo habría sido una pérdida de tiempo. Una
vez más, se preguntó qué sentido tenía todo aquello. Qué sentido tenía seguir
viviendo...
mágnifica narración,engancha y hace querer saber más de Nicodemus,sigue la historia, habla de su pasado y de cómo llegó a ser esclavo.
ResponderEliminarMe ha encantado, Eowyn. Está muy pero que muy bien escrito. Creo que sí, que vas a ser tu la próxima "indie" que lea y comente en LetraHeridos. Dame un poquito de tiempo. Por cierto, ¿qué tal le va a tus novelas en Amazon?
ResponderEliminarDesde luego que nos pasa a todos. Yo cambiaría... qué sé yo... ¿el 50%? Por mi propia experiencia y algunas ajenas, creo que el precio, siempre y cuando no sea muy alto, no influye demasiado en los libros que van dirigidos a un tipo de lector más maduro, sobre todo si los libros son largos. ¿Has probado a ponerlo algún día en promoción gratuita? Yo nunca he vendido gran cosa, pero la mayoría de mis ventas han llegado en los días siguientes a una promoción. Lo cierto es que en Amazon es complicado vender libros que no sean de fantasía o pseudoeróticos. El comprador tipo de literatura en Amazon es un lector muy inmaduro o definitivamente chabacano; por lo que va siempre a seguir las modas: fantasías o burdas copias de señores con anillos y similares, amoríos adolescentes con o sin colmillos, zombies y todo eso...
ResponderEliminarA mí también me gustó mucho el de Javier. Buff, era mejor que hubieses leído un libro malo antes de ponerte con el mío; me temo que no voy a salir muy bien parado, jeje.
Sí, claro que me he dado cuenta, pero conmigo te la podrás ahorrar. Podrás machacarme todo lo que quieras. Mi ego ya se encargará de protegerme y de convencerme de que, digan lo que digan, soy cojonudo, y de que si hablan así es porque no me entienden, jajaja.
ResponderEliminarSi no tiene éxito tu libro de fantasía debe ser porque es una copia muy buena o incluso ha superado al original. Si no, no me lo explico. No me vas a chafar tú ahora mi teoría, jajaja.
Ahora en serio, lo que creo es que tú vales tan poco como yo para el marketing, o incluso menos, porque al fin y al cabo mi libro no dejar de ser una novela-ensayo para chiflados, soñadores y frustrados.