―¿Por qué no
te callas? Si nos descubren será por el escándalo que armas con tu palabrería.
No te duermas. El alba llegará en un par de horas, y entonces partiremos.
Pero se
durmió. Su compañero no le despertó. Si tenía que morir prefería hacerlo a
causa de sus propias equivocaciones y no por tener que cargar con un sucio y
medio borracho criminal que no valía ni un tercio de lo que pedían por él. En
cuanto amaneció salió de la cabaña y corrió a las montañas. Sabía que allí le
esperaba un viejo amigo que le debía un favor. Al día siguiente se encontraba
sano y salvo y dispuesto a volver a intentarlo.
Al otro lo
encontraron los perros, morado por el frío y el alcohol. Casi le habían hecho
un favor metiéndole un tiro en la frente.
Te ruego que sigas la historia, para ver que relación tenían estos dos y quien era el malo y el bueno en realidad, da para mucho este pequeño relato, además de estar escrito en tu adolescencia, ya apuntabas maneras¡. Siempre me han gustado los relatos del Oeste, pero también puede ser actual, no?. Un abrazo.
ResponderEliminarA mí también me gusta mucho el mundo del oeste; es quizás la última gran mitología. Y con esos grandes paisajes, esa búsqueda, ese peregrinar hacia ninguna parte. Me emociona su lado más puro y eximio, y me divierte su cara más chabacana y violenta (claro esta última sólo en la literatura o en las pelis). No sé si debes continuarlo, tal vez ya ha pasado demasiado tiempo; pero si lo has rescatado, has debido tener una motivación más fuerte que crear una nueva entrada.
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