martes, 19 de marzo de 2013

El guerrero y la muerte.

"¿Qué has hecho?"

El guerrero se hallaba arrodillado sobre la arena, falto de fuerza y la cabeza inclinada, como esperando el último golpe. Su rival respiraba entrecortadamente, doblado por el cansancio, sintiendo la tibia sangre deslizándose por su antebrazo, pero sin perder un detalle de la mano de su compañero, aún crispada alrededor de la empuñadura de su espada, aparentemente inerte… Pero lo conocía bien y sabía que no se podía fiar. Habían luchado juntos en incontables batallas, y le había visto levantarse cuando todo parecía perdido, como un fénix resurgiendo de sus cenizas y llevándoles a la victoria.

Él era el más joven. Su corta experiencia había sido bien suplida por su arrojo y valentía, y cuando esto había fallado el más maduro había acudido a su ayuda y le había dado incontables consejos que poco a poco le habían convertido en lo que era. Sin embargo, le había pasado inadvertido que mientras él crecía, el corazón de su mentor se había ido tornando oscuro. Nunca había imaginado que llegarían a tal extremo. El cambio había sido gradual, hasta los últimos días, cuando ya todos podían ver que algo había cambiado y era irrecuperable. Como la carcoma que va pudriendo la madera desde el interior, hasta que un día el roble se desploma incapaz de sostenerse. La espada le pesaba una tonelada en la mano y las risas de sus compañeros se habían tornado en apesadumbrado silencio mientras rodeaba al guerrero, con una fea herida en el hombro que sin embargo no era mortal. Él se había cuidado de que no lo fuera, porque a pesar de todo, aún le apreciaba. Casi como a un padre.


Ya estaba bien. Ya habían tenido suficiente después de tanta sangre, tantas malas palabras y una estúpida rivalidad que nunca antes había existido entre ellos. Se lo habría esperado de cualquiera… menos de él. Y ahora estaba dispuesto a tenderle una mano… Pero sintió un frío terror creciendo en su interior, porque sabía que su compañero no aceptaba bien la compasión, era demasiado orgulloso. Para él eso significaba aceptar que había sido derrotado, que el puesto que tan bien había defendido a lo largo de los años ya no era suyo. Significaba ser humillado delante de todos. Le conocía muy bien… y aún así esperaba que su gesto tendría buena acogida. Estaba tan cansado como él. No quería seguir luchando. Lo único que quería era volver a estrechar su mano tal y como habían hecho muchas veces en el pasado, después de celebrar la victoria en una cochambrosa taberna.

Se detuvo ante él y buscó sus ojos, perdidos en algún lugar, como si ya no hubiera nada tras ellos. 

"Mátame", casi le oyó decir. Pero solo había sido el sonido del viento en sus oídos.  

Su movimiento le cogió desprevenido. La afilada daga, empuñada con rabia, brilló en la grisácea luz del anochecer y amenazó con atravesarle el corazón. Su instinto de guerrero le traicionó. No quería hacerlo. No quería matar a un amigo. Su deseo siempre había sido morir junto a él. Pero actuó de manera refleja, fruto de años de entrenamiento… para defender su vida. Olvidó que aquel hombre jamás había sido un verdadero enemigo.

Y su cabeza rodó hasta los pies de los compañeros que observaban en silencio. 

Después, fue él el que cayó de rodillas. 

Al calor de la hoguera, muchos años después, aún recordaría aquella escena con todo detalle, como si hubiese quedado grabada en su retina. Nunca encontró una excusa lo suficientemente buena. Pero de algún modo supo que él no había asesinado a su amigo. Él le había pedido a gritos, pero sin pronunciar una palabra, que le matara. Era demasiado orgulloso para pedírselo a nadie, excepto a él… alguien que sabía nunca le fallaría. Y él no le falló.

1 comentario:

  1. esta es la guerra entre el bien y el mal DIOS te pone como un guerrero y es hora que tu pelees la buena batalla

    ResponderEliminar

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...