sábado, 21 de septiembre de 2013

Un sueño.

Cuando desperté la luz violeta del amanecer comenzaba a teñir la estancia y me dio la impresión de que aún continuaba perdida en el sueño. Me costó reconocer a Ian, que se sentó sobre los cobertores y me miró como si aún no estuviera seguro de si estaba dormida o despierta. Le veía borroso, aunque el brillo en sus ojos transmitía la misma calidez de siempre.
―Estaba soñando ―le dije.
―¿De veras? ¿Y qué soñabas?
―Vivía en un lugar distinto... oscuro. No te podía encontrar, aunque te podía sentir. Sabía que existías, pero no nos habíamos conocido... o no recordaba haberlo hecho.
―Entonces... ¿cómo sabías que existía?
―No lo sé... Era confuso. Igual que el mundo en el que estaba.
―¿Qué mundo era?
―No recuerdo su nombre, pero sé que desde el espacio se veía azul. Como un pequeño punto azul...
―¿La Tierra?
―¿La Tierra? ¿Por qué la Tierra? Yo nunca he vivido allí...
―Pero estuviste muy cerca varias veces, conmigo.
―Estuvimos en la Luna, no en la Tierra... no, nunca quise visitar la Tierra... además, no era yo. Era... distinta.
―Ahora sí que tu sueño se está haciendo raro. ¿Y qué hacías en ese mundo?



―No estoy segura. Intentar desentrañar la niebla. Tratar de ver a través de la bruma del espacio y el tiempo... y enseñar a los demás cómo hacerlo. Y esperar a que un día conseguiría atravesar esa niebla y encontrar algo que había perdido... o mejor dicho, a alguien... a ti.
―¿Cómo puedes perder a alguien si no lo conocías de antes? ¿Cómo puedes echar de menos algo que nunca has tenido?
―No lo sé... pero así era como me sentía en el sueño. Era una búsqueda constante... angustiosa. Me dejaba exhausta. Pero era algo que debía hacer. La separación era necesaria.
Había dicho mis últimas palabras sin pensar. Y no tenían ningún sentido.
Nuestro robot doméstico me acercó el desayuno. Las persianas se acabaron de levantar automáticamente y tuve que cerrar los ojos para que no me molestara la luz. Aún no había mucho tráfico aéreo, pero parecía avecinarse una tormenta eléctrica.
―¿Acabaste encontrándolo? ―dijo Ian mientras jugueteaba con el panel de las noticias. No supe a qué se refería.
―¿El qué?
―Eso que buscabas en tu sueño.
Me quedé pensativa.
―Creo que sí. Pero puede ser que nunca lo perdiese. Era todo una ilusión.
―¿Entonces yo también soy una ilusión? ―preguntó, sonriendo.
―Tú eres lo más real que he tenido nunca.
―Me alegro. Porque no me gustaría descubrir que no he existido nunca. Ni tampoco que esto es solo uno de mis sueños y tú también eres una ilusión.
  

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