viernes, 4 de noviembre de 2016

El Ángel de la Muerte (y... ¿fin?)

[En capítulos anteriores: El Ángel de la Muerte (36)].

La oscuridad era casi absoluta. Era como estar en el fondo de un túnel que cruzaba la montaña. La poca luz que veía parecía provenir de las otras almas allí reunidas, pero como la mayoría de ellas estaban acojonadas, la luz había menguado bastante. Más o menos la mitad habían venido acompañadas por sus Guías Espirituales. Él, como ya conocía el procedimiento, le había dicho a Han que se adelantaría un poco si él tenía muchas cosas que hacer. El cabrito había accedido y le había dejado solo... que vale que ya se había reencarnado muchas veces y ya no le daba tanto miedo, pero coño, los Guías están para algo.
“Tienes que ir acostumbrándote a ser más independiente, Leuche. Esta vez estaré ahí si me llamas, especialmente cuando se trate de escarbar en el fango de tus decisiones pasadas, pero te advierto que vas a estar bastante solo. Y antes de que protestes, no, no ha sido idea mía. Son órdenes de Arriba.”
Eso le había dicho cuando fue a entregarle su copia del visado. La verdad es que eso le había dejado bastante intranquilo. Su nueva reencarnación empezaba a parecer otra cagada de vida. Pero ya había firmado los papeles. Sí, el arrepentimiento siempre era posible, pero si iniciabas los trámites les hacías una buena jugarreta a todos los implicados en el proceso. Suponía un marrón para funcionarios de cómo mínimo cinco o seis departamentos, si no se equivocaba al contar... Sentía una especie de empatía por ellos, al fin y al cabo él también sabía lo que era ser un funcionario estresado, y no quería hacerles eso. Además, no es que te castigaran, pero para compensar por no reencarnar te ponían a realizar trabajos para la comunidad espiritual. La cuestión era no dejarte tranquilo ni un minuto.


Leuche miró a su alrededor. Algunas almas se abrazaban tiritando a sus Guías o miembros de su grupo, otras parecían niños con los ojos muy abiertos y a punto de echarse a llorar, sin estar seguros de si aquel encierro era algo bueno o malo. Esperar en la cámara oscura era quizá el peor trago de reencarnar... sin contar el nacimiento en sí, claro, que ya para empezar tenías que dejar que todos tus huesos a medio hacer se estrujaran y estar a punto de asfixiarte para salir de ese agujero estrecho e inmundo. Por eso algunos preferían hacerse los remolones y dar el salto lo más tarde posible, así por lo menos eso que te habías ahorrado. El ascensor no estaba tan mal, si funcionaba bien y no a trompicones. Y si tenías suerte, ya lo siguiente era despertar y encontrarte que volvías a tener un cuerpecillo blando, rechoncho y torpe, que apenas podía moverse y mucho menos expresar pensamientos. Lo único bueno de esa fase es que aún podías mantener el contacto con las esferas superiores y si querías podías cambiar algunos puntos del plan o decidir mejor tu estrategia para la nueva vida. Mientras, el cuerpo crecía prácticamente solo, y si tus padres te cuidaban bien prestando la debida atención a tus funciones automáticas, apenas tenías que preocuparte hasta los cuatro o cinco años terrestres.
—¿Qué tal? ¿Alguna novedad por aquí?
Han apareció de repente a su lado, le estrechó la pierna para infundirle ánimos y le sonrió. Leuche suspiró y negó con la cabeza.
—Todo va según lo previsto. ¿A qué hora se supone que voy a salir?
—Ya sabes que no te pueden dar una hora exacta. Depende de cómo se vayan sincronizando las cosas con los eventos terrestres. Lo último que me dijeron es que tu embarazo va sobre ruedas y no vas a salir deforme.
Leuche supo que eso era una broma, pero no le hizo demasiada gracia.
—Oh, eso es un alivio...
Se restregó las manos, nervioso. No había querido mirar mucho, pero tampoco era normal que a la hora que era no hubiera visto aún a Tot. Tan solo unas horas antes le había confirmado que él también iba a reencarnar. ¿Le habría engañado una vez más? No sabía si preguntárselo o no a Han, le parecía que eso era inmiscuirse en asuntos ajenos... pero no hizo falta hacerlo, porque antes de que pudiera pronunciar una palabra, Han ya le había leído el pensamiento.
—Sí, sí va a venir, tranquilo.

.............................................................................................................................................................................

¿Estás disfrutando de esta historia?

¿Quieres saber cómo acaba?

¿Te gustaría que hubiese una secuela o dos?

Este es el primer relato del blog que consigo acabar. Y sí, estoy orgullosa de él. Muy pronto estará publicado tanto en papel como en versión electrónica para deleite de todos mis lectores. Si de verdad quieres apoyarme, contribuye a la causa adquiriendo cualquiera de ellos, comentando en Amazon o compartiendo mis historias citando a la autora. Recuerda que los escritores también tenemos que comer y pagar facturas.

¡Gracias!

2 comentarios:

  1. Jajaja ok, pues no, no nos vamos a quedar así. Espero la publicación y también espero que quede aún mucho por contar... Enhorabuena!

    ResponderEliminar

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...