jueves, 16 de julio de 2015

No hay palabras.

El otro día estuve viendo un documental de esos que te desgarran el alma. No voy a decir el título del documental, aunque es mi opinión que deberían ponerlo en todas las clases de historia, comenzando en el bachillerato, y acabando en programas divulgativos en los que tengan un mínimo respeto por la Verdad, que por desgracia no es que abunden actualmente. Este documental empezaba diciendo que no hay palabras para describir la barbarie que se vivió en toda Europa hace setenta años. Y acababa con las palabras “Never again”.

En efecto, yo, que soy escritora, aunque no de las mejores, no encuentro palabras. Sin embargo, creo que ni Pérez-Reverte las encontraría. Debería existir algún método alternativo al lenguaje humano, tan pobre, tan reduccionista, para expresar las emociones que se generaron en mi interior al ver el documental. Un sonido, tal vez, que permitiera transmitir todo el sufrimiento, todo el dolor y toda la rabia que aún perviven en mí después de tanto tiempo. Ciertas notas sostenidas en una guitarra eléctrica o ciertas melodías, creadas por maestros poco reconocidos en nuestra época por llevar melenas en lugar de traje y batuta, me sirven para descargar parte de esa rabia contenida. Del mismo modo, debería haber un sonido que pudiera grabarse en la mente del lector según descifra estas letras, para que supiera a qué tipo de dolor me estoy refiriendo. No es un dolor cualquiera. Es un dolor que solo puedes comprender cuando lo has vivido en tu propia piel. Como una amiga me dijo hace poco, son acontecimientos que matan el alma. Pero estas palabras no son suficientes para describirlo. Jamás lo serán. Lo irónico es que luego hay muchas personas que aún se preguntan cuál es el propósito de la vida (y la muerte), cuando no puede estar tan claro...

Como siempre, vivo en un frágil equilibrio entre el silencio, la congoja, la sensación de angustia en la garganta, y los deseos de gritar a los cuatro vientos que basta ya de tanta injusticia, tanta crueldad, tanta hipocresía y vanas palabras que no sirven de nada. En este mundo de internet nos creemos que hacemos algo si le damos a los “likes” y a los “compartir”, si firmamos en una “petición que está cogiendo fuerza” o si comentamos que se nos saltan las lágrimas al ver el miedo reflejado en los ojos de una pobre niña que levanta sus brazos ante una cámara. Nunca he entendido por qué la infancia es capaz de ablandar un corazón mientras que permanecemos impasibles ante el sufrimiento de cualquier adulto, como si un adulto fuera más culpable de las desgracias que sufre, como si cumplir años te hiciera inmune al miedo, el hambre o la desesperanza, como si la violencia estuviera justificada contra él más que en un niño. Mientras que nos convencemos a nosotros mismos de lo sensibles que somos y nos lamentamos de lo mal que está el mundo, la vida (y la muerte) continúa en la calle, dentro y fuera de nuestras fronteras. La historia, por tergiversada y olvidada, se sigue repitiendo día tras día. Los muros caen y otros se levantan, esta vez con cuchillas, para acabar de desangrar a los que ya no poseen nada. Se abole la esclavitud y aparece otro tipo de esclavos. Luchamos por nuestros derechos, con el coste de muchas vidas, solo para que sean oficial e impunemente pisoteados por los que nos gobiernan. Las cámaras registran todo ese sufrimiento igual que lo hacían hace cien años, pero no sirve de nada.


Vivir con el peso de varias vidas (y varias muertes) sobre ti no es nada fácil. El sentimiento es el mismo que me transmitieron los ojos de veteranos de guerra en otro documental que vi. No puedes hablar de ello, porque nadie te va a comprender. Puedes tratar de describir lo que supone vivir aterrorizado mañana y noche por el constante tronar de los aviones acercándose o las sirenas antiaéreas perforándote el cerebro, tal y como hoy en día sigue ocurriendo en lugares como Gaza. Puedes escribir una y mil veces cómo se rompe tu corazón cuando contemplas tu pueblo reducido a escombros. Puedes hacer de tripas corazón y tratar de explicar cómo te sientes cuando hombres que no conoces de nada te golpean y te tiran al suelo para violarte repetidas veces delante de tu propia familia, y después te abandonan para que mueras, sin ni siquiera molestarse en volarte la cabeza. Puedes hablar de la muerte e incluso dejar que piensen que estás un poco obsesionada con ese tema. Es normal, porque los escritores somos raros y solemos caer en la melancolía. Después de todo, qué más da, sabes que para los demás la muerte no es más que una decena de fotogramas en el telediario, donde se ven hombres que van a ser degollados. Les advierten de que las imágenes pueden herir su sensibilidad, pero aunque mantienen su mirada no sienten nada... ni siquiera les dejan sin apetito. Han olvidado lo que es la muerte. No lo han vivido (o revivido) en propia piel. Las verdades y las mentiras no les quitan el sueño, y lo que ven ahí les preocupa menos que la última película de Brad Pitt conduciendo un tanque. No son conscientes de lo que en realidad suponen esas imágenes, porque nunca han tenido la muerte cerca. Y creen que tú tampoco. Puedes disfrazar la realidad con ficción o usar la ficción para disimular la realidad. Puedes incluso contar la realidad y afirmar que es ficción. Nadie se dará cuenta. Vivimos en un eterno teatro, un teatro de títeres descabezados, sumergidos siempre en la duda de qué es en realidad la realidad.

No somos más que niños en un patio de colegio. Y estas palabras se perderán en internet como gotas de agua en un océano, puesto que las cosas están dispuestas para que todos sigamos dormidos, como un ejército de zombies que se creen vivos, pero jamás supieron lo que es la vida (ni la verdadera muerte)... o si lo supieron alguna vez, prefieren el olvido y la ignorancia.

Alguien que no conoce su propia historia, está condenado a repetirla. Pero parece que a nadie le importa.



I'M CRYING

Oo, I'm cryin', tears are fallin' down.
I'm cryin' the lonely tears of clowns.
I'm tryin' to wear a smilin' face.
It was just yesterday things then they felt okay.
Now that has all gone away.

Oo, I'm cryin' the lonely tears of clowns.
I'm tryin' tryin' and rain's fallin' down.
I'm cryin' and that's a lonely place.
If I could hide the pain, if I could stop the rain,
Then all my cryin' could be gone.

Oo, rain, who will stop the rain, the rain?
Oo, I'm cryin', the tears are fallin' down.
I'm tryin', the rain still beats the ground.
I'm cryin' those lonely tears of clowns.

Lonely, lonely tears.


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