lunes, 13 de julio de 2015

El Ángel de la Muerte (22).

[En capítulos anteriores: El Ángel de la Muerte (21)].

―Dame eso ahora mismo.
Leuche se detuvo justo cuando iba a sentarse en la mesa comunal, donde Tot ya hacía rato que había acabado con su Apfelstrudel. Llevaba un par de días con un humor de perros, y eso le hacía tener cierta avidez por la comida. Leuche llegó incluso a dudar si sentarse junto a él. Sus nuevos amigos eran más simpáticos... a pesar de que fueran un poco raros.
­―Ni lo sueñes, que mis tripas llevan rugiendo desde esta mañana ―contestó. Sabía a lo que se arriesgaba, pero también tenía ganas de hablar un rato con Tot. A los ángeles les enviaban a un lugar muy retirado de los pastorcillos y apenas sabía qué había sido de él en todo este tiempo.
―Pero qué tripas, si estamos muertos y no somos más que seres etéricos que solo creamos ilusiones para que parezca que estamos vivos...
Leuche suspiró y se le fue un poco el hambre. Pero su estómago volvió a rugir. Tal vez no era su estómago.
―¿Es Bratwurst?
―¿Brat qué?
―No me tomes el pelo, sabes perfectamente de lo que te estoy hablando. Y te he dicho antes que me des esa salchicha... entera. Por cierto, ¿no eras vegetariano?
―Depende de qué vida estemos hablando ―y haciendo caso omiso a Tot le dio un buen bocado, saboreando la carne.  
Leuche no había venido solo. En la mesa comunal también se habían sentado un profeta, un carpintero, varios niños, algunos pescadores, un rey, un juez, un ternero y un burro... vamos, que medio pueblo estaba metido en el ajo. Por suerte ellos parecían estar en otra onda y era como si hablaran otro idioma, así que sus voces se perdían como en un murmullo en sus cabezas y Leuche y Tot podían mantener una conversación privada... o casi. La pausa para la cena solo era de una hora, en teoría, así que debían ir al grano.
―Bueno, ¿qué tal te ha ido? ―preguntó Leuche cortésmente, al tiempo que se fijaba que uno de los tirantes del uniforme de Tot se había caído hacia un lado y lo ponía en su sitio de nuevo―. Te veo con mejor cara que el otro día... aunque aún tienes los ojos un poco enrojecidos. Este trabajo no está tan mal después de todo, ¿no?
Tot permaneció en silencio. Leuche comenzó a oír una respiración estertórica que le preocupó. Su voz se transformó en un tenue murmullo.
―¿No?
―¡¡¡¡Buuuuaaaa, buuuuaaaaa!!!!
―Bueno, va, te doy la Bratwurst.


Tot miró a Leuche con un profundo, insondable, odio en sus ojos.
―Ya no la quiero. Bueno, sí ―y se la arrebató de las manos a Leuche justo cuando este iba a darle otro mordisco. Le dejó que se la acabara, mientras hacía aparecer una gran jarra de Weihenstephaner con la esperanza de que eso también levantara el ánimo de su compañero.
―Veamos, Tot, hablar le sienta bien a todo el mundo. ¿Por qué no me cuentas cómo te sientes?
Leuche recordó que esa no era una buena táctica. Carraspeó y continuó hablando.
―¿Por qué no tratas de adaptarte? Vale que esto no mola tanto como asistir a uno que se tira de un rascacielos... pero tampoco está tan mal. Abrimos mares, multiplicamos peces, damos Tablas de la Ley para que la gente se haga un poco más sensata, y... ¡ah! ¿Sabes qué? Ayer resucitamos a un moribundo, ¿qué te parece? Eso no es tan distinto a lo que hacemos en nuestro departamento, ¿no te parece? Lo que no me gusta mucho es que tenemos que estar todo el tiempo materializándonos y desmaterializándonos, ya sabes que eso cansa un rato, pero quitando esa inconveniencia, esto tiene sus alicientes.
Las pestañas de Tot se movieron lentamente arriba y abajo, arriba y abajo... Su mirada parecía perdida en otro mundo. Cogió la jarra de cerveza y la contempló largamente, como si en el cristal se viera reflejada su vida pasada como Ángel de la Muerte, cuando tenía un oficio que amaba con pasión. De pronto pareció despertar y dirigió una mirada extraña a Leuche.
―No puedo creerlo. Tú mismo le dijiste el otro día a Gehirn que no querías ser parte de ese engranaje, jamás... y mírate ahora, disfrutando de multiplicar pececillos y escribir estúpidas Tablas de la Ley...
―Bueno... sabes que siempre me ha gustado escribir.
―Excusas. No lo empeores aún más. Si te gusta este asco de departamento quédate con ellos y ya está. Eres un traidor.
Esas palabras le dolieron profundamente a Leuche. No eran verdad... ni lo que había dicho Tot ni lo que había dicho él mismo, no. Solo estaba intentando animarle. En el fondo a él le importaban un comino las resurrecciones. Sabía que eran una ilusión. Sabía que la Muerte no lo era. Pero ahora temía que no iba a poder arreglar las cosas. Tot estaba demasiado serio y deprimido como hacerle razonar. Tal vez era mejor dejar que la cerveza expandiera sus partículas elementales y aumentara su nivel de consciencia durante la noche. Y mañana ya hablarían...
Aunque Tot parecía de nuevo perdido en sus pensamientos, Leuche quiso aclarar algo antes de retirarse a descansar a su choza en medio de la montaña y las cabras.
―Yo no soy un traidor, Tot. Simplemente... me gusta probar otras cosas. Odio la rutina. No te lo había dicho hasta ahora, pero trabajando contigo me di cuenta de que yo... yo también tengo alma de Ángel de la Muerte.
Como su compañero no decía nada, Leuche se despidió con un “gute Nacht”.
―Eso tendrás que demostrarlo ­―le pareció oír según se alejaba.

(continuará...)

2 comentarios:

  1. hola, estoy interesada en publicar tu trabajo, para entrar en concurso con otros grupos y el mejor sera publicado por una editorial independiente en Colombia, por favor contesta antes de mañana, es muy importante tener esa respuesta antes para saber si contamos contigo

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    1. Hola, Valita, ya te he contestado por correo electrónico. Aunque me siento halagada, no te puedo prestar mi obra para presentarla en un concurso, entre otras cosas porque aún no está acabada. No obstante, si de verdad te gusta lo que escribo y quieres apoyarme como autora, siempre puedes adquirir mis novelas ya publicadas en Amazon y hacer allí algún comentario favorable.

      Gracias por tu interés.

      Un saludo.

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